23 sept 2012

Reseña: Solar, de Ian McEwan


Ian McEwan, Solar (Londres: Vintage Books, 2011). 283 páginas.


¿Es más probable que un científico, por el carácter de su profesión y la tenacidad con que suelen trabajar, sea una buena persona que otro que se dedique a otra cosa? ¿Son buenas personas los médicos, cuya ocupación es salvar vidas? Evidentemente, no. De hecho, apostaría cualquier cosa a que, si se realizase un estudio cuantitativo fiable, en la variada gama de profesiones debe haber de todo: buenas y malas personas, mezquindad y bondad, avaricia y generosidad a partes iguales.

Del inglés Ian McEwan, el lector siempre puede esperar literatura de una alta calidad, capaz de capturar la atención del lector más exigente y contar una historia con indudable maestría. Novelas como Atonement, On Chesil Beach, o la más antigua The Cement Garden  o relatos como los de First Love, Last Rites o de Between the Sheets son prueba irrefutable de que McEwan es un excelente narrador. Pero Solar, en mi opinión, no está a la altura de otras obras de McEwan. Le falta lo que en inglés se suele llamar ‘punch’, esa especie de empuje o fuerza tan presente en otras de sus obras, y que, como ocurrió con Saturday, tampoco abunda en esta novela.

En Solar, McEwan opta por la sátira para desmenuzar (más bien hacer trizas) a un personaje, Michael Beard, un científico inglés que se hizo acreedor al Premio Nobel. Cuando conocemos a Beard en la primera parte de la novela, en el año 2000, éste se dispone a viajar a las islas Spitsbergen, en el Círculo Polar Ártico. Con sobrepeso, cincuenta y pico años, con propensión a la comilona y el abuso del alcohol, Beard es el blanco perfecto de la ironía y la burla. Sus vivencias en un entorno de veinte grados negativos de la primera parte de la novela le sirven a McEwan para realizar una portentosa caricatura, que se va ampliando en las dos partes siguientes, fechadas en 2005 y 2009.

La trama de Solar gira en torno al proyecto que Beard promueve tras aprovecharse de los bocetos y notas de uno de los empleados del Centro de investigación de energías renovables que él dirige. Curiosamente, al regreso del Ártico sorprende al joven investigador, Tom Aldous, en su casa y vistiendo su albornoz de baño; descubre por tanto que Aldous se ha convertido en (el segundo) amante de su quinta esposa, Patrice. En una rocambolesca historia que incluye un guiño cómico autorreferencial que implica la piel de un oso polar, Beard se libra de Aldous y del albañil que también perseguía a Patrice.

Beard es retratado sin compasión alguna: es un genio venido a menos, un desastre andante, un bebedor avaricioso, un tipo perezoso, obeso, egoísta y guloso, y muy conservador en su relación con los demás y en su visión del sexo opuesto. Envanecido por haber recibido un Premio de la Academia Sueca, Beard ha hecho suyo un sentido del privilegio que se extiende con toda naturalidad a las prácticas corruptas, y en un sector, el de la energía limpia y renovable, que en años recientes ha visto expandirse su importancia y facturación de manera exponencial. Adúltero irreprimible, termina por aceptar que una de sus amantes tenga un hijo suyo, sin que eso vaya a cambiarle la vida ni un ápice. Su arrogancia no conoce límites.

No creo que sea la aversión que provoca el personaje de Beard lo que haga de Solar una novela imperfecta. Dado que Beard se ve a sí mismo como salvador de la especie humana, la fuerza de la ironía estriba en que este soberbio mamarracho de científico no sabría salvarse a sí mismo de nada. La cuestión es que el humor negro de McEwan (que tan buenos resultados daba en The Cement Garden) no termina de acoplarse a la temática de Solar.

En la tercera parte del libro, Beard acude a un remoto poblado de Nuevo México, donde en los últimos años ha estado desarrollando el proyecto de producción de energía basado en la imitación de la fotosíntesis (algo que por ahora no es posible: una quimera). Es aquí donde los acontecimientos se desencadenan y todos los engaños, y todos los engañados, se juntan para darle el golpe definitivo a Beard. El final es un poco flojo a mi parecer: la novela se sale por la tangente tras haber perdido fuelle desde el comienzo de la tercera parte.

Con todo, como es habitual en McEwan, Solar tiene un alto nivel y satisfará al lector que busque una historia bien narrada con dosis de humor y alguna que otra escena ridícula.

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